depende de la Wendy (según la Wendy)
Manuel Palazón Blasco
Mi doble nombre (Manuel, Jesús) y mis apellidos mejores
(Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Hijo de David, el Cristo), los extraños
portentos que acarician mis principios, la letra del Libro, el saludo histérico
de Juan en el Jordán, las cosas que puedo, todo es nada (y valdrá muy poco mi
final horroroso) si no me conoces.
"Quítate a los siete", avisaba Humpty
Dumpty a Alicia. Y la pequeña, ahigadada, ha seguido a un conejo con reloj de
bolsillo hasta Tierra de Maravillas. En el curso de sus aventuras se vuelven inseguros su cuerpo, el lenguaje, las leyes de
la física y las morales, y pierde, casi, su nombre. Ah, pero conquista la
libertad. Sin embargo, todo ha pasado dentro de un sueño, dentro de la historia que el señor Dodgson inventó
para ella y para sus hermanas una tarde de verano, mientras remontaban el río
escolar. Luego el señor Dodgson (pero lo firmó con su nombre famoso), porque
ella se lo había pedido, hizo, con todo eso, un libro, y otro aún, donde
atravesaba el espejo de su salón. Aquí el Caballero Blanco (el autor mal
disimulado) la acompaña, roto por la tristeza, hasta el final de su cuento, que
es el de su infancia fantástica. Desde ahora sólo la lectura de las dos Alicias darán asilo a la niña que fue
érase una vez.
Y ¿Peter? Peter Pan sólo se sabe
verdadero cuando Wendy le cuenta las historias
que lo dicen.
"Perhaps
there is no such person, Wendy!"[1] No era él, el Cristo, Alicia, miedosa,
no se ha entrado en el País de las Maravillas, ni ha cruzado al otro lado del
espejo, Peter Pan no fue, como la Wendy
no reciba, idiota, sus cuentos.
Nuestra fe en las historias que los cuentan facilita que Nuestro Señor, Alicia y
Peter Pan digan "adiós a todo eso" y anuncien la Buena Nueva (puesto que
nos redime) de "la catástrofe de la realidad"[2] y de
la identidad que únicamente saben el Loco y el Niño.
[1] James Matthew Barrie, Peter y Wendy, cap. 17.
[2]
Leopoldo María Panero, <<Vanitas vanitatum>>. En Post-Scriptum. En Teoría (1973), IV.